Valioso filme de David Fincher realizador de: Siete pecados capitales (1985); El juego (1997); El club de la pelea (1999); La habitación del pánico (2002), etc.
Con esta producción Fincher vuelve a ganar elogios de la crítica y el público, como la aclamada Siete pecados capitales. Zodiaco es un relato que combina con eficacia policial y thriller. Basado en el libro de Robert Greysmith, narra una serie de asesinatos que convulsionan la ciudad de San Francisco a finales del 60 e inicios del 70, y las pesquisas para resolverlos.
Es el tipo de trama que se sustenta en rememorar sucesos de la vida real, lo que en general supone un riesgo, ya que, en apariencia, la adaptación es simple, pero también es un obstáculo para la creatividad, cuya resultante podría limitarse a una fría y monótona versión fílmica.
Sin embargo, esto no ocurre, en virtud de la pericia y talento del responsable, quien maneja con excelencia los hilos de la historia, en la que el espectador es testigo de los homicidios, y con ello se transmite la angustia, temor y terror que produce la impunidad. Por esta razón hay una tensión latente.
Adicionalmente, están los puntos de vista de los profesionales alrededor del caso como detectives, policías, periodistas, etc., y la incertidumbre en la que se encuentran. Abundan las pistas, teorías, indicios falsos que confunden y frustran, así como avances y retrocesos que complican las investigaciones.
Los personajes principales están sumidos en la obsesión por descubrir la identidad del criminal. Hay que aclarar que se trata del asesino serial conocido como Zodiaco, quien se comunicaba mediante cartas (algunas codificadas) que enviaba primordialmente a la prensa. En ese sentido, se siente la pasión y además la ansiedad de ellos.
Esta reconstrucción de hechos es precisa y enérgica, se puede sentir incluso esa suerte de histeria colectiva que fue San Francisco en la mencionada época, que se sostiene de un importante reparto, música de la época, excelente recreación de ciudad, autos, vestuario, peinados. Es un filme ambicioso en el buen sentido del término. No se escatima en detalles.
Incluso hay alusiones a películas como Harry el sucio, la primera de una saga protagonizada por Clint Eastwood, basada en el mismo criminal, pero cuyos acontecimientos han sido ficcionados. Es quizá un homenaje al precursor, el director Donald Siegel.
Tres sujetos inteligentes, capaces y excéntricos representan la dedicación compulsiva al caso. Un policía, un periodista y un caricaturista que se transmuta en escritor. Son especialmente atractivos por sus peculiaridades sui géneris y cierta marginalidad.
Cautivan sobremanera: Paul Avery, la estrella del periodismo, por su irreverencia, destreza y auto confianza; Robert Greysmith el caricaturista, y su ingenuidad, timidez, tenacidad, capacidad de análisis y deducción; y el policía Dave Toschi, por su entrega, temperamento, apego a la ley y responsabilidad.
Estos estupendos personajes son interpretados con talento y brillantez por un tridente de gran valía: Robert Downey Jr. (Paul Avery); Mark Ruffalo (Dave Toschi); y Jake Gyllenhaal (Robert Greysmith). Downey, encanta, con un rol perfecto para él, al que le saca el máximo provecho; Ruffalo es un actor emergente de gran capacidad, lo que queda en evidencia; Gyllenhaal, joven y experimentado intérprete de sobresaliente performance, termina adueñándose de la película. Aunque todos tienen sus momentos de lucimiento.
A lo largo de la obra se siente cierta impotencia, ya que las pruebas conducen a un culpable, sin embargo no se le puede responsabilizar por los resultados negativos de los exámenes caligráficos. Pasan cuatro años y como una carrera de relevos los interesados se pasan imaginariamente el testigo, reemplazándose en la investigación. Después que los diarios y la policía dejan la “competencia” surge Robert Greysmith, el dibujante que inicia un exhaustivo trabajo en el que pretende atar los cabos sueltos.
A partir de Greysmith, quien da un giro a la trama, se reactiva el suspenso y la intriga. Éste se transforma en escritor y recorre San Francisco en busca de la verdad, entrevistando personas y revisando documentos, sistematizando la información como buen “ratón de biblioteca”. Su entusiasmo es tal que no duda separarse momentáneamente de su familia. Tiene el firme empeño y propósito de conocer al culpable, como si estuviera poseído por una fuerza mayor. “Necesito saber quién es”, comenta. Tiene algo que los demás han perdido: interés. Finalmente, logra su propósito, publicando un detallado libro.
Al final, permanece la duda acerca de la identidad del homicida, tal como ocurrió en realidad. Subyace el concepto de que la justicia es ciega, que la ley es tan poderosa que debe demostrarse la culpabilidad del acusado con pruebas, no bastan las sospechas ni pruebas indirectas.
Zodiaco no es el típico policial en el que la captura del delincuente sea lo primordial, pues el filme apunta a presentar una visión integral de hechos de la vida real y el resultado es un proceso inconcluso. Se trata más bien de una excelente recreación, con buen manejo de drama y suspenso, elementos inherentes a la obra y estilo de David Fincher.
Con esta producción Fincher vuelve a ganar elogios de la crítica y el público, como la aclamada Siete pecados capitales. Zodiaco es un relato que combina con eficacia policial y thriller. Basado en el libro de Robert Greysmith, narra una serie de asesinatos que convulsionan la ciudad de San Francisco a finales del 60 e inicios del 70, y las pesquisas para resolverlos.
Es el tipo de trama que se sustenta en rememorar sucesos de la vida real, lo que en general supone un riesgo, ya que, en apariencia, la adaptación es simple, pero también es un obstáculo para la creatividad, cuya resultante podría limitarse a una fría y monótona versión fílmica.
Sin embargo, esto no ocurre, en virtud de la pericia y talento del responsable, quien maneja con excelencia los hilos de la historia, en la que el espectador es testigo de los homicidios, y con ello se transmite la angustia, temor y terror que produce la impunidad. Por esta razón hay una tensión latente.
Adicionalmente, están los puntos de vista de los profesionales alrededor del caso como detectives, policías, periodistas, etc., y la incertidumbre en la que se encuentran. Abundan las pistas, teorías, indicios falsos que confunden y frustran, así como avances y retrocesos que complican las investigaciones.
Los personajes principales están sumidos en la obsesión por descubrir la identidad del criminal. Hay que aclarar que se trata del asesino serial conocido como Zodiaco, quien se comunicaba mediante cartas (algunas codificadas) que enviaba primordialmente a la prensa. En ese sentido, se siente la pasión y además la ansiedad de ellos.
Esta reconstrucción de hechos es precisa y enérgica, se puede sentir incluso esa suerte de histeria colectiva que fue San Francisco en la mencionada época, que se sostiene de un importante reparto, música de la época, excelente recreación de ciudad, autos, vestuario, peinados. Es un filme ambicioso en el buen sentido del término. No se escatima en detalles.
Incluso hay alusiones a películas como Harry el sucio, la primera de una saga protagonizada por Clint Eastwood, basada en el mismo criminal, pero cuyos acontecimientos han sido ficcionados. Es quizá un homenaje al precursor, el director Donald Siegel.
Tres sujetos inteligentes, capaces y excéntricos representan la dedicación compulsiva al caso. Un policía, un periodista y un caricaturista que se transmuta en escritor. Son especialmente atractivos por sus peculiaridades sui géneris y cierta marginalidad.
Cautivan sobremanera: Paul Avery, la estrella del periodismo, por su irreverencia, destreza y auto confianza; Robert Greysmith el caricaturista, y su ingenuidad, timidez, tenacidad, capacidad de análisis y deducción; y el policía Dave Toschi, por su entrega, temperamento, apego a la ley y responsabilidad.
Estos estupendos personajes son interpretados con talento y brillantez por un tridente de gran valía: Robert Downey Jr. (Paul Avery); Mark Ruffalo (Dave Toschi); y Jake Gyllenhaal (Robert Greysmith). Downey, encanta, con un rol perfecto para él, al que le saca el máximo provecho; Ruffalo es un actor emergente de gran capacidad, lo que queda en evidencia; Gyllenhaal, joven y experimentado intérprete de sobresaliente performance, termina adueñándose de la película. Aunque todos tienen sus momentos de lucimiento.
A lo largo de la obra se siente cierta impotencia, ya que las pruebas conducen a un culpable, sin embargo no se le puede responsabilizar por los resultados negativos de los exámenes caligráficos. Pasan cuatro años y como una carrera de relevos los interesados se pasan imaginariamente el testigo, reemplazándose en la investigación. Después que los diarios y la policía dejan la “competencia” surge Robert Greysmith, el dibujante que inicia un exhaustivo trabajo en el que pretende atar los cabos sueltos.
A partir de Greysmith, quien da un giro a la trama, se reactiva el suspenso y la intriga. Éste se transforma en escritor y recorre San Francisco en busca de la verdad, entrevistando personas y revisando documentos, sistematizando la información como buen “ratón de biblioteca”. Su entusiasmo es tal que no duda separarse momentáneamente de su familia. Tiene el firme empeño y propósito de conocer al culpable, como si estuviera poseído por una fuerza mayor. “Necesito saber quién es”, comenta. Tiene algo que los demás han perdido: interés. Finalmente, logra su propósito, publicando un detallado libro.
Al final, permanece la duda acerca de la identidad del homicida, tal como ocurrió en realidad. Subyace el concepto de que la justicia es ciega, que la ley es tan poderosa que debe demostrarse la culpabilidad del acusado con pruebas, no bastan las sospechas ni pruebas indirectas.
Zodiaco no es el típico policial en el que la captura del delincuente sea lo primordial, pues el filme apunta a presentar una visión integral de hechos de la vida real y el resultado es un proceso inconcluso. Se trata más bien de una excelente recreación, con buen manejo de drama y suspenso, elementos inherentes a la obra y estilo de David Fincher.