miércoles, 27 de febrero de 2013

Río Místico (Mystic River, EUA, 2003)


Indudablemente, Clint Eastwood logra otra magistral obra. Recordemos, por ejemplo, notables filmes como: El jinete pálido (1985), western de excelente factura; Bird (1988), brillante biopic del saxofonista Charlie Parker; Cazador blanco, corazón negro (1990), estremecedor y efectivo relato a medio camino entre la cacería y la realización cinematográfica; la mítica Los imperdonables (1992); y la romántica Los puentes de Madison (1995).

Río Místico mantiene el estilo de su director: conciso y concentrado pero profundo y efectivo. Abarca varios géneros: drama, policial y suspenso. Todo está en su lugar: acertadas actuaciones, encomiable fotografía, sólida trama, inspirada producción, etc.

Uno de los méritos es que la historia se aparta de lo moralizante. No se juzga ni mucho menos se interpone en la narración. Permite que los hechos se desarrollen de la forma más natural posible. La ficción termina superando la realidad; Eastwood logra lo que pocos son capaces de hacer; liberarse, olvidar que está realizando cine y deja que todo fluya con sus propios cánones y lógica particular.

Es quizá, junto a Los imperdonables, la película más “dura” de su autor. Dramática pero sin exacerbarse en la violencia y crueldad; como un bisturí, corta suave pero con dolorosa profundidad.

Los personajes están definidos con buena dosis de carga sicológica. No son títeres que repiten diálogos, son seres con defectos y virtudes. Con conflictos internos y externos.

La metáfora que se sustrae de la obra es lo terrible y complicada que puede ser la vida. Un hecho fatal está a la “vuelta”, transformándolo todo para siempre. Es el azar al que estamos sujetos, el destino al acecho dificultando la existencia.

Es un drama policial en el que se enfatizan los sentimientos: sufrimiento, dolor, venganza, etc. Más que la captura del asesino importan las reacciones, situaciones, comportamientos e interrelaciones humanas. Esa es la riqueza del filme.

No obstante, no se deja de lado el descubrimiento del culpable; la duda está siempre presente. Las pesquisas parecen guiar hacia un culpable pero el misterio se mantiene hasta el final, con lo cual el suspenso se convierte en  factor clave.


Los acontecimientos involucran a tres amigos de infancia. Sean Divine (Bacon), investigador del caso; Dave Boyle (Robbins), quien vive deprimido y atormentado por su pasado; Jimmy Markum (Penn), debe lidiar con el asesinato de su hija.


Con sabiduría Eastwood va conjugando pasado y presente. Se fusionan imágenes que ayudan a entender los hechos. El contrapunto final, que ofrece acciones paralelas y muestra la resolución de la trama, es espectacular. Aparecen en toda su dimensión los ingredientes esenciales: drama y suspenso.


Por otro lado, subyace una sugestiva idea en referencia a la mujer. Es ella el soporte fundamental de la familia y de su pareja.


Brillan los tres protagonistas. El duelo es parejo, aunque Sean Penn, quien asoma escalones arriba, está excelente;  muestra su reconocido y genial talento actoral. Por cierto, luce maduro y cuajado. Destaca también el sombrío y verosímil personaje que ofrece Tim Robbins. De Kevin Bacon se puede comentar que demuestra que es magnífico intérprete cuando se lo propone (y con la dirección adecuada). También es meritorio el sobresaliente reparto integrado por los valiosos y muy efectivos Laurence Fishburne, Laura Linney y Marcia Gay Harden.


No se trata de una película agradable. Se impone la tristeza, la angustia, la tortura existencial, el rencor, los celos, la desconfianza; sin embargo, hay espacio para un lugar en el que renace la esperanza. Río Místico es una película compleja, implacable y poderosa.
 

jueves, 7 de febrero de 2013

Crónica de cinéfilo


Estoy admirado de la cantidad de gente que todavía alquila películas en Lima. Si me hubieran contado no lo habría creído, pero lo veo a diario, ya que trabajo en Drugstore Dvd, último reducto legal de este tipo en la ciudad. Es sorprendente, considerando la competencia desleal (los piratas) y la leal (los sistemas por cable y demás).

Cuando vi la cantidad de personas que alquila quedé admirado. Cuando me pregunto las razones por las que lo hacen pienso en una legión de hinchas de todo tipo con gran amor a las obras cinematográficas.

El negocio existe y subsiste por ellos, aunque suene cliché; Drugstore se creó para ofrecer entretenimiento al público, y sin él no seguiría funcionando. En ese sentido, la fidelidad del mismo es clave. Ellos prefieren originales y respetan lo que implica.

¿Por qué alquilan? Una de las razones es que pueden ver la obra cuando lo dispongan, es decir, no están sujetos al capricho del azar. Segunda, al no concluir de ver una película en cable; tercera, búsqueda personal de años;  cuarta, para recordar; quinta, recomendación y comentario de alguien; sexta, simple placer; sétima, fanatismo o cinefilia.

El caso es que hay cientos que alquilan. Amantes impenitentes, como yo, del sétimo arte. Pienso en una cofradía de hermanos cinéfilos que acuden al templo, felices; que celebran en cada alquiler una joya del cine y/o simple diversión. Grupo de culto del cine de todas las edades, razas, credos y clases sociales con un único y sano propósito: ver ficción audiovisual y dejar que afloren los sentimientos.
 
Gracias a su fundadora y miembros principales: Gina, Mario y Serapio, quienes apostaron por una empresa que cuenta con 25 años difundiendo arte, cultura y esparcimiento (todo un logro); cuyo mayor premio y reconocimiento está presente en la sonrisa y agradecimiento tácito de sus numerosos amigos y afiliados.