miércoles, 6 de marzo de 2013

Gigantes de acero (Real steel, EUA, 2011)


Hay obras cinematográficas que se realizan para emocionar al público. Gigantes de acero es prueba de ello. Enaltece el espíritu y pone el ánimo al tope.

Desde el inicio se intuye que es diferente. Es un largometraje de ciencia ficción medio atípico. En el género, usualmente, abundan los elementos tecnológicos. En este caso, la referencia principal está en los robots; el resto, salvo computadoras y celulares, permanece igual, lo que le otorga un halo más humano. Empero, no es casual que sea un lugar donde sus pobladores utilicen  tecnología para sus fines sin ser “esclavos” de ella. Con ello se refuerza la propuesta del filme.

Es un relato en el que tácitamente se compara lo humano con lo no humano; además de lo moderno (vigente) con lo antiguo (caduco). Adicionalmente, pero no menos importante, es el vínculo adulto niño.

Precisamente, en la relación entre padre e hijo está la base de la propuesta fílmica. Es de aquellas en las que el lazo familiar, al principio tirante, se va haciendo más estrecho con el paso del tiempo. Acierta el director Shawn Levy en su proposición de combinar lo familiar con lo deportivo. Le saca provecho al máximo y logra un resultado espectacular.

En un mundo en el que el boxeo entre hombres ha perdido su esencia, se impone lo tradicional. Alguien puede opinar que la obra se regocija en buenos actos y tiene un guion predecible. Puede ser. Sin embargo, no le quita que es clave la exaltación de lo humano. Esa es la idea del realizador; quien sabe de sobra lo que plantea. No obstante, las situaciones tampoco son tan evidentes.
 
 
El largometraje une varios temas: amistad, amor, lucha, derrota, perseverancia, éxito, etc. También posee elementos de ciencia ficción, drama e historia de boxeo. Por razones obvias, tiene parentesco con Rocky y El campeón.

Otro tema a resaltar es la bellísima música del genial Danny Elfman, colaborador habitual de Tim Burton. Le pone la cuota de ambiente rural y sus composiciones participan activamente de las situaciones, enriqueciéndolas.

Encanta también la química entre Hugh Jackman, Dakota Goyo y Evangeline Lilly. Jackman ¡está magnífico!, se adueña del personaje y lo hace verosímil. El joven Goyo, destaca y demuestra que es actor idóneo a pesar de su edad; sobresale por mérito propio. La bella y talentosa Lilly, a pesar de sus breves apariciones, tiene un magnetismo especial que no pasa desapercibido; además es muy natural. De a pocos va ganando espacio en la pantalla grande.

Gigante de acero es un filme de ciencia ficción que rinde tributo al hombre; trasciende porque es muy emocionante sin dejar de ser espectáculo. Es digamos, la combinación perfecta, el punto de equilibrio entre tecnología y humanidad, un ejemplo utilizado como subtexto en el argumento pero también a través de la obra en sí misma, sin excesos de ningún tipo.