Clint Eastwood retorna con otra notable película. ¿Cómo hace para lograr obras tan sugestivas e interesantes? Al parecer, se combinan innegable talento, experiencia, sensibilidad y sabiduría.
Más allá de la vida mezcla drama y suspenso; el realizador sugiere interrogantes que muchos se hacen: ¿Qué hay después de la vida? ¿Existe el destino o se forja? ¿Son reales los videntes?
La historia está dirigida con maestría, fineza, y ritmo cadencioso como sofisticado jazz, género del que Eastwood es impenitente amante. A ello se agregan: una excelente trama, buenas actuaciones, diferentes locaciones y perfecta musicalización.
Luego de un trepidante y espectacular inicio, en el que se recrea un tsunami, surge el eje central del relato, qué ocurre tras la muerte. Y se presentan diferentes casos con este hilo conductor. Como se sabe, las personas que viven luego de haber estado al borde de la muerte sufren drásticos cambios personales, emocionales y espirituales. Esta experiencia altera profundamente la existencia; y es precisamente la premisa del filme: la búsqueda de alguien que oriente y/o confirme que hay más allá.
El director no convierte estos hechos en una cuestión sensacionalista ni cae en lugares comunes; con hábil “muñeca”, conduce su propuesta con sencillez, sensatez y humanismo.
Presenta imponderables como accidentes y desgracias; “golpes” que la vida depara. ¿Son pruebas del destino? ¿Se dan al azar o alguien superior las controla? Indudablemente, el filme ofrece un perfil espiritual y místico.
Incluye temas como el amor, en su amplia variedad (de pareja, fraternal, filial, etc.); la soledad (es necesaria la compañía de alguien que complemente la existencia); la ausencia (de los seres queridos); además de los dones con los que el hombre está dotado. En este sentido, se suele decir que Dios tiene un proyecto para cada uno; que se debe usar el talento otorgado. Sólo que a veces toma tiempo descubrirlo y en otros casos, por alguna razón, no se quiere utilizar.
Poderoso e intenso drama. La fortaleza del largometraje, es ser un relato que intriga y va uniendo sus partes como piezas de un rompecabezas que se va logrando poco a poco, que asocia a los personajes (desorientados, en búsqueda de su lugar en el mundo) sin aparente relación, a la vez que el público conoce sus pesares y conflictos.
Más allá de la vida mezcla drama y suspenso; el realizador sugiere interrogantes que muchos se hacen: ¿Qué hay después de la vida? ¿Existe el destino o se forja? ¿Son reales los videntes?
La historia está dirigida con maestría, fineza, y ritmo cadencioso como sofisticado jazz, género del que Eastwood es impenitente amante. A ello se agregan: una excelente trama, buenas actuaciones, diferentes locaciones y perfecta musicalización.
Luego de un trepidante y espectacular inicio, en el que se recrea un tsunami, surge el eje central del relato, qué ocurre tras la muerte. Y se presentan diferentes casos con este hilo conductor. Como se sabe, las personas que viven luego de haber estado al borde de la muerte sufren drásticos cambios personales, emocionales y espirituales. Esta experiencia altera profundamente la existencia; y es precisamente la premisa del filme: la búsqueda de alguien que oriente y/o confirme que hay más allá.
El director no convierte estos hechos en una cuestión sensacionalista ni cae en lugares comunes; con hábil “muñeca”, conduce su propuesta con sencillez, sensatez y humanismo.
Presenta imponderables como accidentes y desgracias; “golpes” que la vida depara. ¿Son pruebas del destino? ¿Se dan al azar o alguien superior las controla? Indudablemente, el filme ofrece un perfil espiritual y místico.
Incluye temas como el amor, en su amplia variedad (de pareja, fraternal, filial, etc.); la soledad (es necesaria la compañía de alguien que complemente la existencia); la ausencia (de los seres queridos); además de los dones con los que el hombre está dotado. En este sentido, se suele decir que Dios tiene un proyecto para cada uno; que se debe usar el talento otorgado. Sólo que a veces toma tiempo descubrirlo y en otros casos, por alguna razón, no se quiere utilizar.
Poderoso e intenso drama. La fortaleza del largometraje, es ser un relato que intriga y va uniendo sus partes como piezas de un rompecabezas que se va logrando poco a poco, que asocia a los personajes (desorientados, en búsqueda de su lugar en el mundo) sin aparente relación, a la vez que el público conoce sus pesares y conflictos.
Se incluyen pinceladas de humor al hacer referencia a la labor de videntes y similares; recuerda la cantidad de charlatanes que lucran de forma indebida con la desesperación ajena.
Otro punto valioso es la selección de locaciones, que demuestra de paso que el sufrimiento no es potestad de algún lugar en particular. Además, hace verosímil los hechos, y permite un disimulado viaje por escenarios de Hawai, Londres, París y San Francisco, lugar predilecto del director.
Matt Damon, uno de los protagonistas y actor de mayor “cartel”, luce maduro y creíble. No hay que olvidar que es la segunda vez que trabaja a órdenes de quien lo tuvo en Invictus. Damon obsequia precisión y personalidad. Por las características de su personaje y talento, es el centro de atención. Demuestra que puede rendir con la misma calidad con la que interpreta películas de acción, por esta razón ya lo han dirigido Coppola, Scorsese, De Niro, entre otros.
Brillan las composiciones musicales del director, delicadas melodías que conectan con la atmósfera general. Orfebrería fina al servicio del sétimo arte. No hay que ser un especialista para percibir que Más allá de la vida es diferente a lo que normalmente ofrece Hollywood. Si desea conmoverse, que su cerebro y sentimientos se pongan en acción, escoja esta maravillosa obra; sereno y humano retrato de la vida.
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