jueves, 23 de agosto de 2012

Zatoichi (Japón, 2005)


Brillante filme de Takeshi Kitano. Relata la historia de un conocido héroe del cine japonés: Zatoichi. Espadachín ciego que se gana la vida como apostador y masajista.

De 1963 hasta 1989 el personaje fue representado por el actor Shintaru Katsu en 26 películas y más de 100 episodios de televisión.

Takeshi ‘Beat’ Kitano tomó el personaje y lo adaptó a su estilo. Esta vez es más explícito que en sus anteriores obras. El filo de la espada corta profundamente y la sangre brota por doquier.

Si en algo se mantiene el realizador, es en el vínculo con los grupos de delincuentes, asesinos y el abuso y poder opresor de estos. Lo mostró en Sonatina (1993), Flores de fuego (1998), El verano de Kikujiro (1999).

A diferencia de las anteriores, es una obra de época. Vemos las costumbres ancestrales de los nipones reflejadas en magnífico vestuario, maquillaje, decorados, objetos diversos e instrumentos musicales. El director es magnífico para retratar estados de ánimo y atmósferas, humanas y no humanas; posee la sensibilidad necesaria para transportar a las situaciones y los parajes que presenta.  

Tiene un ritmo cadencioso expresado a través de imágenes intimistas que interactúan con la naturaleza y labores cotidianas. Un haiku puede expresar el sentimiento que propone el director: calmo como agua de manantial, filoso como hoja de papel. 

Por otro lado, Kitano no pierde su acostumbrado sentido del humor, con personajes y escenas que invitan a reír. Verbigracia, Shinkichi, el loco que pretende ser guerrero y corre dando gritos; el asombrado apostador que fracasa en sus intentos de triunfo; Zatoichi, muy bien caracterizado por Kitano, quien no deja de sorprender con sus gestos y acciones.

Quién diría que detrás de su indefensa apariencia se encuentra un hombre sabio y sensitivo, además de diestro maestro de la espada que usa (envainada) como bastón.

Con este largometraje queda demostrado que no es privilegio de los estadounidenses ni la creación de héroes ni de películas acerca de ellos. Sin embargo, a despecho de no ser un héroe sobredimensionado, emocionan por igual aquellas sangrientas peleas, tan magistralmente coreografiadas y que hacen partícipe al público de todo el “arte de la muerte” del que es capaz el masajista ciego.  

Como todo largometraje del director no hay lugar para lo superfluo. No se trata simplemente de la azarosa vida de un espadachín que gusta del juego de azar y beber sake. Hay temas profundos: asesinato, desamparo, venganza, valor, sabiduría, abuso, intriga, enfermedad, vida y muerte, pobreza y abundancia.

Producciones como esta son las que perduran en el tiempo. De a pocos Kitano va dejando un gran legado fílmico. Su propuesta deja huella y como el colosal Akira Kurosawa (sin querer compararlo) logra universalizar la cultura japonesa. Ya no sorprende: es una realidad al igual que su valioso cine.

Punto aparte es el final, sorpresivo y feliz. La cereza del postre es la espectacular secuencia de baile y música, animada por una colorida coreografía en la que el zapateo es complementado con ágiles saltos y volteretas mientras los tambores resuenan con fuerza estremeciéndolo todo, como gigante latido de corazón. El enorme y generoso latido de Zatoichi. Un personaje humano y controversial.

Con la ceguera (como la novela de Saramago) se conoce mejor el alma humana. Se desarrollan otros sentidos que vuelven más perspicaz al hombre, y se agudizan las percepciones. Zatoichi reivindica el ciego que llevamos dentro.

Por un lado, es una persona común; como muchos de los personajes de Kitano, es un bonachón errante que va relajado por la vida. Alguien que aprovecha lo que ésta y la naturaleza le proveen, disfrutando de los placeres mundanos: un buen trago de sake, algo frugal para alimentarse, apostar, conversar con las personas, pasear por los caminos, tomar té.

Por otro lado, lo que más le place es ayudar, sobremanera al más necesitado. Es un vengador que pone en su lugar a los malhechores. Lo interesante es que se le ve insignificante, y esa es su mejor “máscara”. Es un maestro con la espada. Habilidoso, veloz e implacable como flecha mortífera.

Otro mérito son los formidables combates, con el añadido de una acertada utilización de cámara lenta que magnifica el dramatismo de la lucha.

En un soberbio duelo final con el samurái, Zatoichi muestra que es un súper dotado. Tremendo personaje ameritaría una segunda parte. Esperemos.