miércoles, 31 de octubre de 2012

In memoriam


Tony Scott: director de acción y de culto


Tony Scott fue opacado, hasta cierto punto, por su hermano Ridley. Era un buen realizador aunque no tan admirado, pero haciendo un balance dejó muy buenas películas. En algunos casos, no existe una estrecha vinculación de su nombre con sus largometrajes, pero si se revisa su filmografía uno se percata que ha visto muchas de sus obras, y más aún, las ha disfrutado.

Como es de conocimiento de la comunidad cinéfila, Tony Scott se suicidó en Los Ángeles en Agosto de este año, según se afirma, al padecer una enfermedad incurable en el cerebro. Tenía 68 años.

Anthony Scott nació el 21 de Julio de 1944 en un poblado al norte de Inglaterra y estudió Arte. Trabajó con su hermano en la compañía productora de comerciales: Ridley Scott Associates (RSA). Allí adquirió amplia experiencia en el lenguaje audiovisual, dirigiendo comerciales de televisión. Luego, toma el ejemplo de su hermano y otros realizadores y se convierte en director de cine.

Al principio, dada su formación académica, quiso ser realizador de obras de autor, pero la falta de oportunidades y la oferta para dirigir Top Gun (1986) de parte de los productores Don Simpson y Jerry Bruckheimer, cambió sus pretensiones, dándole un giro a su destino como hombre de cine.

Efectivamente, Top Gun se convirtió en una de las películas más taquilleras de 1986, obteniendo más de 176 millones de dólares. A partir de este éxito iba a hacerse conocido como un director de obras de acción. Posteriormente hizo Días de trueno (1990) y El último boy scout (1991). Si bien es cierto que no resultaron éxitos comerciales su fama estaba encaminada. Era ducho narrando historias de acción trepidante y se preparaba para mayores logros.

En su siguiente intento logró hacer un filme más personal: Amor a quemarropa (1993) con guion de Quentin Tarantino. Si bien es cierto, no fue admirada en su momento, luego se convirtió en película de culto. Continuaba la senda iniciada con su primer largo El ansia (1983); y confirmaba la dualidad de Scott: director taquillero y de culto.

En 1995 rodó un thriller de gran presupuesto Marea roja con Gene Hackman y Denzel Washington. Demostró que era un eficaz realizador cuyas obras no eran puramente explosiones y efectos también era sensible a las emociones de los personajes. Esto se dejo ver en El fanático (1996) con Robert De Niro y Wesley Snipes. Que, a decir de muchos, no tuvo acogida de crítica ni público, pero estamos seguros será apreciada con el tiempo.

 
Vuelve en 1998 con una de sus mejores películas: Enemigo público; excelente  obra de suspenso y acción interpretada por Will Smith y Gene Hackman. Luego dirige Juego de espías (2001), Hombre en llamas (2004) y Déjà vu (2006). En las dos últimas dirige a Denzel Washington. Antes, en 2005, hace Domino, con Keira Knightley y Mickey Rourke.
        
Con Hombre en llamas queda claro que Scott no es el típico artesano de acción de Hollywood. Es un realizador de género sí, pero dirige con talento, eficacia y emotividad.

Sus dos últimas películas son Secuestro de Pelham 123 (2009) e Imparable (2010), ambas protagonizadas por Denzel Washington su actor fetiche, con quien trabaja en cinco largometrajes. 

El balance de su filmografía es positivo. Tony Scott deja importante legado de largometrajes. Es uno de los maestros del cine de acción y suspenso que alcanzó notoriedad en virtud de su técnica narrativa basada en una depurada fotografía, combinada con abundante movimiento de cámara, edición trepidante, sólidas tramas y notables actores.

En él se fusionaron dos estilos dada su formación académica y su oficio de director de comerciales. Con ello su propuesta se vio enriquecida. Es el suyo un cine estéticamente elaborado, vertiginoso a nivel de imagen, pero con indudable fondo. Logró ser un director importante lo que seguramente anhelaba. A la vez fue maestro inspirador de nuevos realizadores de sus géneros predilectos.    

Parte de su herencia se condensa en: Top Gun, Amor a quemarropa, Marea roja, El fanático, Enemigo público, Hombre en llamas y Déjà vu. Todas valiosas obras por encima del promedio.

 
 
Gracias Tony Scott, descansa en paz.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Crónica de cinéfilo


Trabajo en una tienda de alquiler de vídeos. Estoy en el paraíso, literalmente, rodeado de tan grata compañía. Joyas digo: diamantes, brillantes, turquesas, zafiros, etc. ¡Qué sensación perfecta! Cientos de obras vistas y muchas más  esperando. Siento que me llaman y hay días que desespero porque quisiera verlas todas de porrazo y no puedo. Sé que es imposible pero mis deseos son irracionales. Debe ser la pasión que siento por el cine.

 A veces algunos clientes me preguntan si he visto todas las películas y les respondo que no. Quedo pensando, me gustaría poder decir que sí, no por razones de ego sino por amor a la ficción. Mi ambición es saber, conocer, y experimentar las diversas sensaciones que un largometraje procura. Ver todo lo que pueda y llega a mis retinas.


Estoy contento y alegre, pero vivo una suerte de tortura diaria que estoy resolviendo, viendo de a pocos algunas películas. Aumentando mi bagaje de obras vistas, observando nuevas tramas, actores y directores. ¡Qué placer! Cuando veo una nueva comienzo a pensar en la próxima.

Qué suerte tengo de trabajar en esto; eso, por un lado, pues mi labor es algo paradógica. No paso todo el tiempo viendo películas, como me gustaría, recomiendo, comento y persuado a otros que vean determinado largometraje;    está claro que trabajo para entretener a otros, lo que a veces me hace sufrir. Sé que otros van a sus hogares a disfrutar, mientras yo me quedo en la tienda hablando de cine; pero la vida tiene su recompensa porque llega un día en el que me toca ser espectador, y ese día soy el hombre más feliz del planeta.