Trabajo en una tienda de alquiler
de vídeos. Estoy en el paraíso, literalmente, rodeado de tan grata compañía.
Joyas digo: diamantes, brillantes, turquesas, zafiros, etc. ¡Qué sensación
perfecta! Cientos de obras vistas y muchas más esperando. Siento que me llaman y hay días que
desespero porque quisiera verlas todas de porrazo y no puedo. Sé que es
imposible pero mis deseos son irracionales. Debe ser la pasión que siento por
el cine.
Estoy contento y alegre, pero
vivo una suerte de tortura diaria que estoy resolviendo, viendo de a pocos
algunas películas. Aumentando mi bagaje de obras vistas, observando nuevas
tramas, actores y directores. ¡Qué placer! Cuando veo una nueva comienzo a pensar
en la próxima.
Qué suerte tengo de trabajar en
esto; eso, por un lado, pues mi labor es algo paradógica. No paso todo el
tiempo viendo películas, como me gustaría, recomiendo, comento y persuado a
otros que vean determinado largometraje;
está claro que trabajo para entretener a otros, lo que a veces me hace
sufrir. Sé que otros van a sus hogares a disfrutar, mientras yo me quedo en la
tienda hablando de cine; pero la vida tiene su recompensa porque llega un día
en el que me toca ser espectador, y ese día soy el hombre más feliz del planeta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario