jueves, 31 de octubre de 2013

Calles peligrosas (Mean streets, EUA, 1973)




Calles peligrosas tiene su mayor virtud en el realismo plasmado por su director Martin Scorsese, a través de las actuaciones, el uso de cámara y de la ciudad (Nueva York). Efectivamente, es una película en la que, a la manera de la Nueva Ola (cinema verite), se relata con desenfado una historia con métodos cinematográficos sencillos. Prolífico uso de paisajes citadinos, personajes verosímiles y convincentes y una movediza cámara que grafica acciones.

El realizador recurre a sus recuerdos de juventud para la creación de su primer largometraje independiente; es una obra acerca de la amistad, los jóvenes y sus respectivas búsquedas y problemáticas. Por cierto, también aparecen palomilladas e instantes divertidos, que invariablemente se desarrollan en calles, autos, cines y bares. En este sentido, es una suerte de tributo a una etapa de la vida en la que los amigos son más importantes que todo. Al mismo tiempo se vincula al grupo con el barrio. El barrio es importante: da sentido de pertenencia, identidad, aparte de ser el epicentro de vivencias.  

La trama gira en torno a Charlie (Keitel), centrado joven católico (que quiere labrarse su espacio en la cosa nostra), quien le da sentido a su vida con su fe y a la vez le sirve de soporte para ayudar al que necesita. Le gusta divertirse como todos pero a la vez busca su lugar en el mundo: representa el paso de la juventud a la madurez. Además está su amigo Johnny Boy (De Niro): apostador y timador; alocado y desafiante; quien por alguna razón no desea cambiar su forma de ser; un pendenciero que arrastra a Charlie a un callejón sin salida, pese a la unión de ambos y la ayuda de éste. 

Los conflictos de la obra son varios: la relación entre Charlie y Johnny; el romance entre Charlie y Teresa, impedido por el tío; su lucha personal entre lo espiritual y lo mundano. Empero, estos problemas no son relatados de una forma tradicional norteamericana sino al estilo europeo; por ello califica como obra de autor.    

También se advierte el honor, que juega rol importante en la obra y sus protagonistas. Es el ingrediente del que se nutre la Mafia. Su palabra y el respeto a ésta poseen valor, salvo que alguien rompa con esa condición. Son códigos inquebrantables. La traición o deslealtad se pagan con sangre. 

Dos actores encarnan sobresalientemente a Charlie y Johnny Boy: Harvey Keitel y Robert De Niro. Cabe resaltar que por este rol De Niro obtuvo dos premios como mejor actor de reparto: el de los Críticos de cine de Nueva York  y el de la Sociedad Nacional de Críticos de Cine.   
 
Las magníficas actuaciones se sostienen de un interesante guion elaborado por Martin Scorsese y Mardik Martin. En el mismo, abundan los diálogos: naturales, frescos, divertidos. Muy al estilo ítalo americano (excesivo, enfático, cariñoso, gracioso, rítmico). Destaca también el uso del monólogo interior, que grafica los pensamientos de Charlie.    

Otro factor para resaltar es el uso de la ciudad como personaje. Como se planteó antes, muchas de las escenas exteriores se desarrollan en las calles de Pequeña Italia y otras en la ciudad de Nueva York. Sabido es que las urbes tienen personalidad propia, lo que le otorga atmósfera especial a la historia, dándole realce extra. Participan activamente: calles, avenidas, callejones, techos, azoteas, cementerio, etc.  Adicionalmente, se une la festividad que incluye una procesión que se ve durante la trama.

Al inicio dimos cuenta de una cámara movediza que registra acciones. No cabe duda que el aspecto visual está acorde con la historia que se cuenta (de paso le hace justicia al título). No solo vemos un eficaz uso de cámara en mano sino también diversidad de encuadres que resaltan la ciudad y sus recovecos; tomas en picado y cenit; planos secuencia que introducen al universo de los personajes; y la pausa del ralentí (o cámara lenta) que enfatiza instantes dramáticos.

Calles peligrosas es acerca de vínculos amistosos juveniles y su problemática. Sumado a ello una pizca de filme gansteril, de manera familiar y natural, sin aspavientos. Queda como referente de obras de este estilo como: Los inútiles (1953) de Federico Fellini y Rebelde sin causa (1955) de Nicholas Ray; clásicos del sétimo arte. La rebeldía es inherente a la juventud y este relato fílmico lo deja en claro.
 

Scorsese luce como realizador de este importante filme; con poco logra mucho.  Su talento es indiscutible como esta pieza que tributa a la Pequeña Italia y la amistad entre sus habitantes.     

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