Puede parecer la clásica película épica de deporte (trama de éxito) en la que los vencedores sortean obstáculos para llegar a la victoria. Pero no. Ese apenas es el cascarón. El trasfondo es mayor. Está basada en la época en que Nelson Mandela fue nombrado presidente de Sudáfrica.
Invictus, obra de gran relieve humano, es un tributo a la emblemática figura del premio Nóbel de la Paz, pero básicamente a la lucha por la libertad (de credo, pensamiento, obra, etc.). En esa ruta están el valor y el coraje como aliados incondicionales para emprender una tarea de tal magnitud.
Cómo no celebrar un largometraje que resalta un valor estrechamente ligado al hombre y su esencia. Máxime a un símbolo como Mandela que dio los primeros pasos para una sociedad sudafricana más justa y equitativa. No sin poca oposición, por cierto.
El largometraje presenta también, la intolerancia y el racismo, sin exageraciones ni melodrama. Eastwood no es el tipo de realizador que gusta de lecciones y moralejas. No obstante, en una historia de este perfil argumental es difícil que no se “filtren” temas edificantes.
Del mismo modo como Mandela planificó su estrategia a través del mundial de rugby para unir Sudáfrica, Eastwood se apoya en el tema deportivo para mostrar la problemática racial sin caer en el discurso pacifista.
Ciertamente, es una historia basada en hechos reales. En este sentido, el director ha recreado acertadamente los acontecimientos en un emocionante relato contado con serenidad, vigor y sensibilidad; elementos característicos de su propuesta cinematográfica.
Morgan Freeman, magnífico intérprete, es uno de los factores de éxito del filme. Encarna con mucha credibilidad al líder africano. No sorprende su solvencia dado su talento y experiencia. Sin exagerar, uno olvida que se trata del actor y parece que observara al mismísimo Mandela. Representado al detalle: en la pausa de sus acciones y gestos; en la cadencia, tono y acento de su voz. Un genio. De hecho será recordado por esta participación. Una de las mejores e importantes obras con la que corona su trayectoria.
Es innegable que la cuota de emoción deviene de los partidos de rugby, deporte rudo y viril, pero noble a la vez. Las cámaras, que privilegian primeros planos y vivaces movimientos transmiten toda la adrenalina del juego, y contagian de alegría al espectador, que vive intensamente el triunfo como propio.
No se equivocó el astuto y sabio Mandela al pensar que el deporte podía integrar un país. Un seleccionado de rugby pudo más que la política: paralizó y unió Sudáfrica.
Invictus, obra de gran relieve humano, es un tributo a la emblemática figura del premio Nóbel de la Paz, pero básicamente a la lucha por la libertad (de credo, pensamiento, obra, etc.). En esa ruta están el valor y el coraje como aliados incondicionales para emprender una tarea de tal magnitud.
Cómo no celebrar un largometraje que resalta un valor estrechamente ligado al hombre y su esencia. Máxime a un símbolo como Mandela que dio los primeros pasos para una sociedad sudafricana más justa y equitativa. No sin poca oposición, por cierto.
El largometraje presenta también, la intolerancia y el racismo, sin exageraciones ni melodrama. Eastwood no es el tipo de realizador que gusta de lecciones y moralejas. No obstante, en una historia de este perfil argumental es difícil que no se “filtren” temas edificantes.
Del mismo modo como Mandela planificó su estrategia a través del mundial de rugby para unir Sudáfrica, Eastwood se apoya en el tema deportivo para mostrar la problemática racial sin caer en el discurso pacifista.
Ciertamente, es una historia basada en hechos reales. En este sentido, el director ha recreado acertadamente los acontecimientos en un emocionante relato contado con serenidad, vigor y sensibilidad; elementos característicos de su propuesta cinematográfica.
Morgan Freeman, magnífico intérprete, es uno de los factores de éxito del filme. Encarna con mucha credibilidad al líder africano. No sorprende su solvencia dado su talento y experiencia. Sin exagerar, uno olvida que se trata del actor y parece que observara al mismísimo Mandela. Representado al detalle: en la pausa de sus acciones y gestos; en la cadencia, tono y acento de su voz. Un genio. De hecho será recordado por esta participación. Una de las mejores e importantes obras con la que corona su trayectoria.
Es innegable que la cuota de emoción deviene de los partidos de rugby, deporte rudo y viril, pero noble a la vez. Las cámaras, que privilegian primeros planos y vivaces movimientos transmiten toda la adrenalina del juego, y contagian de alegría al espectador, que vive intensamente el triunfo como propio.
No se equivocó el astuto y sabio Mandela al pensar que el deporte podía integrar un país. Un seleccionado de rugby pudo más que la política: paralizó y unió Sudáfrica.
Invictus es una obra que exalta la pasión: la pasión de un hombre por unir a su país, la pasión por la vida, los ideales y el deporte.
No es raro que un apasionado del cine como Clint Eastwood haya rodado esta obra. Con más de 80 años a cuestas pareciera que tiene cuerda para rato. Recordemos algunas de sus últimas producciones: Golpes del destino (2004); La conquista del honor (2006); Cartas desde Iwo Jima (2006); El sustituto (2008) y Gran Torino (2008). Todas de gran calidad.
No es raro que un apasionado del cine como Clint Eastwood haya rodado esta obra. Con más de 80 años a cuestas pareciera que tiene cuerda para rato. Recordemos algunas de sus últimas producciones: Golpes del destino (2004); La conquista del honor (2006); Cartas desde Iwo Jima (2006); El sustituto (2008) y Gran Torino (2008). Todas de gran calidad.
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