domingo, 27 de noviembre de 2011

Identidad peligrosa (The big Lebowski, EUA, 1998)



Los hermanos Joel y Ethan Coen realizan obras al margen del sistema Hollywood, y tienen una amplia legión de admiradores, que los siguen y gozan.

Una de las características de su cine, aparte de la particularidad y calidad que le ofrecen a la trama, es la abundancia de personajes excéntricos y marginales. Identidad peligrosa es un ejemplo de ello. Filme de personalidades en el que desfilan seres de todo tipo. En este sentido, el reparto es abundante y diverso. Pero ponemos de relieve a los tres inseparables amigos interpretados por Jeff Bridges, John Goodman y Steve Buscemi. Destacamos también a Julianne Moore, John Turturro, Peter Stormare, Sam Elliot, Jon Polito, Ben Gazzara, entre otros.

A los tres los une la pasión por jugar bolos y forman un grupo dispar pero sólido, hasta que una confusión de identidad hace que la vida de Jeff Lebowski (Bridges), mejor conocido como The
Dude o Dude, se altere; lo que involucra a sus camaradas.

Dude es un gran personaje, un tipo despreocupado que hace del relajo su forma de vida. Soltero y de ocupación desconocida. La pasa bien sin hacer daño a nadie, se dedica a beber rusos blancos, a charlar y a los bolos. Por cierto, Bridges le saca provecho a Dude. Es una de sus mejores actuaciones que le hayamos visto, así como muestra de su talento y versatilidad. Se le ve esenfadado y muy cómodo en su representación.

Otro rol remarcable es el de Goodman (Walter Sobchak), hombre con una personalidad compleja y beligerante, que deja su impronta. En varios pasajes encabeza la cuota de humor a través de
sus constantes alusiones a Vietnam y sus arrebatos, como cuando destroza un auto o lanza a un paralítico al piso.

El buen Steve Buscemi (Donny), retraído e imposibilitado de hablar por culpa de Sobchak, es especialista en sacar adelante roles pequeños e insignificantes. Este filme no es la excepción.
Siempre se las ingenia para hacerse notar a pesar de la brevedad de su participación.

El caos y situaciones extrañas aparecen por doquier. Es una comedia a lo Coen; con momentos bizarros, situaciones hilarantes y absurdas; suspenso, golpes y desconcertantes instantes. Los hermanos han sabido adaptar a su modo la comedia de enredo: confusión, peligro, persecuciones, búsqueda, intriga, datos falsos, chantaje, malos entendidos, etc.

El leiv motiv del largometraje es la ambición monetaria. Varios interesados ansían su tajada de dinero. Además, en esta sátira, también son importantes los ingeniosos diálogos. Verbigracia
las respuestas de Dude. Es una obra con movimiento y sorpresas de tanto en tanto. Por otro lado, hay una agresividad latente en los personajes, lo que se contrapone con Dude: el pacifista.

Además está esa cuota surrealista, fantástica y juguetona que aporta un condimento adicional. Ya sea en los sueños y pensamientos de Dude, los que involucran a su alfombra, los bolos y al estupendo personaje que encarna Julianne Moore. Hay baile, coreografía, música, al más puro estilo Broadway. La secuencia entre ambos es delirantemente fabulosa.

Es una divertida cinta con el sello Coen. Supera a cualquier comedia promedio producida en la meca del cine. Estos, como siempre, se encargan de romper los esquemas clásicos. De manera que si buscas algo entretenido y a la vez diferente elige: Identidad peligrosa.

martes, 30 de agosto de 2011

El verano de Kikujiro (Kikujiro, Japón, 1999)




Takeshi “Beat” Kitano demuestra con este largometraje su poderosa elocuencia audiovisual. Su poesía cinematográfica. Un estilo en el que predomina la sutileza de la imagen a través de planos y narración fragmentada.

Efectivamente, usa la elipsis como aliado fundamental. Esta vez el realizador presenta un cuento para niños y adultos con el recurso del humor como principal arma. Cabe resalar que Kitano (Kikujiro) es conocido en Japón como excepcional comediante.

Sin embargo, no se piense que se trata de una comedia hilarante o absurda al estilo estadounidense. Para nada. Ingeniosa y sensible, apunta al niño que llevamos dentro.

Esta película de carreteras (road movie) muestra la relación entre un niño (Masao) que busca a su madre y Kikujiro, ocasional acompañante, apostador impenitente y pendenciero de raza. Las personalidades de ambos se contraponen, por ratos no se sabe quien es el niño. Masao vive con su abuela y es melancólico, Kikujiro vive el momento y le saca provecho a todo lo que está a su alcance (no duda en utilizar al niño). Es un pillo vagabundo que remite a grandes del cine como Chaplin, Keaton y Cantinflas.

Le bastan gestos característicos, como el ojo nervioso que cierra y abre, y la lengua que saca como niño malcriado. Además de su leve sonrisa, su rostro es inexpresivo como “cara de palo” Keaton. Causa admiración y gracia también su andar cadencioso y despreocupado.

Como es clásico en esta clase de filmes, ambos pasan una serie de peripecias y aventuras que son motivo de risa, a la vez que momentos de tensión y tristeza. Pero el director le añade un lado fantástico y teatral incluido en los sueños y pesadillas del niño, juegos de los personajes, animación de objetos e insectos.

A lo largo del relato, contado a través de títulos, aparecen variados personajes, que enriquecen la historia, como una pareja, el escritor (hombre pulpo), los motociclistas, entre otros; con los que Masao y Kikujiro comparten divertidos instantes. Con ellos forman eventuales comunidades en las que trasunta la humanidad, un candor y fraternidad especial. En este ambiente todo resulta natural, sin impostación; verbigracia: los desnudos, los improperios de Kikujiro y su violencia e ilegalidades.

Es una comedia sugerente. La mayoría de bromas (gags) son visuales, no provienen de los diálogos. Las conversaciones de los personajes son concentradas y escuetas. Como en las viñetas del detalle que falta, a menudo, es en un segundo plano donde se desencadena lo gracioso. A veces los actores ingresan al plano causando hilaridad.


Adicionalmente, hay un uso notorio del plano general largo o gran plano general, con el que el cineasta ubica al hombre en conjunción con la naturaleza.
En este sentido, es evidente que la composición de imagen (encuadres) forma parte medular en el universo creativo de Kitano, que aprovecha con talento la expresividad del plano al que, en este caso, no es común que prosiga un movimiento de cámara o del lente.

La obra derrocha la simpleza efectiva y encanto característico del nipón, que sorprende con imágenes oníricas o recursos como la cámara lenta, la aceleración y la pausa.

Hay diversidad de películas acerca de niños y adultos. El referente mayor es, sin duda, El pibe de Chaplin. Al igual que Charlot, Kikujiro es un hombre vinculado a la calle. A pesar de sus métodos poco ortodoxos, su violencia y torpeza, es noble. Vivaracho de buen corazón, conmueve con sus excentricidades. La gran semántica de Takeshi Kitano, provoca ternura y alegra el corazón.

domingo, 17 de julio de 2011

Charlie y la fábrica de chocolate (Charlie and the chocolate factory, EUA, 2005)


Para los que disfrutamos el sabor del chocolate esta obra es una delicia. Provocadora y provocativa. Exquisita y delirante historia musical de Tim Burton, género que no le es ajeno.

Fantástica y espectacular, es una nueva versión de su antecesora Willy Wonka y la fábrica de chocolate (1971), basada en el libro de Roald Dahl e interpretada por el estupendo Gene Wilder.

Burton ha rescatado la esencia de la primera versión y sabido adaptarla a su estilo, enriqueciéndola con su habitual encanto fílmico, pleno de colorido: en los escenarios, vestuarios, objetos, y los vibrantes musicales, logrando un formidable relato, situado en un paraíso de chocolate con sus tentadores jardines, plantas, flores y ríos.

Es una aventura en la que 5 niños (y acompañantes) ganan el derecho de pasear por la fábrica del mejor chocolatero (Willy Wonka) a fin de escoger como ganador al que posea el mejor corazón, es decir el más noble de espíritu. En ese sentido, es una obra con estrecha vinculación a la niñez.

Uno de los ingredientes de la obra es el humor negro y la sátira, transmitida a través de Willy Wonka y las absurdas e inusitadas acciones que se presentan durante el recorrido por la fábrica.

El es un personaje lacónico y circunspecto con muchos matices, que complementa las acciones y su dosis de surrealismo. Es mitad adulto, mitad niño; puede aparecer sádico y burlón pero también juguetón y divertido. Además es excéntrico, desconfiado, creativo y de gran personalidad. Ejemplo de ello son sus fobias, gestos, aspavientos, peinado y singular vestuario.

Durante el desarrollo de la trama desfilan los niños con sus respectivas personalidades y defectos: glotonería, capricho, soberbia, agresividad, engreimiento, etc. Que pueden considerarse como una caricatura o exageración. Se concluye que se comportan de este modo por la crianza que han recibido de sus padres. Por ello el largometraje apunta no sólo al entretenimiento, además es una alegoría de la relación entre padres e hijos.

En este juego de descarte que supone la visita, parece no haber lugar para el azar. En apariencia, Wonka sabe quien es quien. Y los niños van cayendo en las trampas que desnudan sus debilidades. El chocolatero es también reflejo de una niñez un tanto atormentada. El percibe mucha severidad en su progenitor. En ese sentido la narración establece saltos al pasado (flashbacks) en el que se muestran los primeros años de su vida, sus carencias afectivas, inquietudes, discusión y ruptura paterna. La visita de los niños le provoca evocaciones que creía olvidadas.



No cabe duda que el filme enfatiza los vínculos familiares y sus conflictos. Por esta razón se muestra como contraparte a Charlie, (sus padres y abuelos) y el amor que se deparan mutuamente a pesar de su escasez económica. Esa condición los hace más unidos y solidarios. Charlie encarna valores como la nobleza, humildad, respeto, sinceridad. En cierto sentido, representa la perfección.

Ello explica el carácter edificante de la historia de Dahl. No obstante, es innegable su perfil lúdico que reúne a los geniales Oompa Loompas, atractivo adicional que los incluye en espléndidos musicales que articulan imaginativas letras, alegre música e impresionantes coreografías.

Esta visita es un viaje a un asombroso mundo en el que suceden las más increíbles peripecias donde se funden la tecnología, inventos y cantidades de chocolate. Adicionalmente, es un recuerdo que permanecerá imborrable y deja lecciones en todos, incluido el buen Willy Wonka que logra reconciliarse con la vida.

Destacan sobremanera las actuaciones del siempre notable Johnny Depp (Wonka), eficaz en los roles que Burton le obsequia de tanto en tanto; y la del talentoso y precoz Freddie Highmore (Charlie). Asimismo reúne un importante reparto que incluye a Christopher Lee y Helena Bonham Carter.

Simpática, emocionante y vertiginosa exploración en un universo irreal como sabroso, el delicioso imaginario de Willy Wonka, el mejor chocolatero.

lunes, 16 de mayo de 2011

El joven manos de tijeras (Edward Scissorhands,EUA,1990)

Genial obra de Tim Burton. Impecable de principio a fin. Contada con una sensibilidad especial que remite a Frankenstein y Pinocho, dos clásicos literarios con diversas versiones cinematográficas.

Burton es un ferviente admirador de lo insólito, bizarro, sombrío; se divierte creando nuevos mundos, con personajes fuera de lo común, atmósferas especiales. Me atrevo a afirmar que no existe mucha distancia entre sus invenciones dramáticas y él. Muchas de las criaturas son sus alter ego. De hecho en su juventud (hasta hoy) se sintió diferente, especial, lo que algunos consideran un “bicho raro”, alguien fuera del molde.

Ello trasunta en esta película. No es casual que esté interpretada por Johnny Depp y Winona Ryder, actores de similares características personales. También incluye un excelente reparto: Vincent Price, Dianne Wiest, Alan Arkin, Kathy Baker, Anthony Michael Hall, etc.

Edward (Depp) es rescatado de casualidad del castillo donde vive en soledad por una vendedora de productos de belleza de mentalidad caritativa (Wiest), quien decide llevarlo a su hogar y de paso incorporarlo a la sociedad.

Este extraño ser (un invento incompleto) sale de su aislamiento y de a pocos es aceptado por los residentes; su aparición causa revuelo. Tiene alma de niño, es inocente, cándido, inexperto en relaciones humanas. No distingue la maldad, es puro amor. Además, merced a sus habilidades con las tijeras que lleva por manos, se encuentra a sí mismo, es decir, halla un oficio. Corta árboles, cabellos, hielo; puede entenderse que en esencia, es un artista.

Durante su adaptación en el hogar hay varios pasajes humorísticos, lo que hace divertido el largometraje; igualmente resalta la belleza y estética de los diseños de Edward. La magia y sensibilidad del director aparece en todo su esplendor. Destacan asimismo las obras maestras en los jardines, el colorido de los autos y la ciudad, que tiene por objeto darle un carácter cálido al lugar, quizá en contraste con algunas personas.

Sin embargo, surgen las complicaciones y la trama se ensombrece. De la alegría, euforia y embriaguez de felicidad se pasa al desencanto, la frustración y la tristeza pero de forma sosegada, manejada sin radicalismo, lejos del melodrama. Uno de los atractivos de la propuesta Burtoniana.

La población apacible y amable, culmina mostrando su verdadera esencia en la que predomina la intriga, el recelo, el chisme, la envidia. Es un filme acerca de la intolerancia, la discriminación y la hipocresía. En realidad es también una metáfora a la sociedad que rechaza lo diferente, lo marginal, lo que no entiende.


El eje de la trama es Edward, quien descubre un mundo nuevo pero termina siendo víctima del mismo. Su aventura con los humanos, auspiciosa al principio, fracasa rotundamente. Aprende a convivir pero su pureza le causa problemas. Descubre la aceptación, la convivencia, el oficio, el amor, la decepción, la desolación y la ira.

Se humaniza; aprende lo bueno y lo malo. Hay quienes lo ayudan, como la familia, y otros que le enredan la existencia. El carga consigo una dosis de tormento personal. Sufre en su fuero interno, acaso por que siente que no encaja en sociedad. A ello contribuye el hecho fatal de ser una creación inconclusa. Por eso explicábamos líneas arriba que es una alegoría de personajes como Pinocho y Frankenstein, quienes buscan con desesperación una humanidad que les es esquiva.

En este sentido, El joven manos de tijera tiene un lado trágico en el que las situaciones desembocan en un amor trunco, infelicidad y muerte. El autor ofrece una obra espléndida, al crear una historia fantástica y un personaje inolvidable, al que Depp le “saca el jugo”.

Como siempre, el director se las ingenia y presenta un perfil novedoso de trama. El final agridulce marca a fuego un modo particular de sentir y relatar; el carácter Burton, que traslada a propios y ajenos con igual eficacia. Excelente fábula que recrea un cuento de hadas muy personal.

lunes, 18 de abril de 2011

Zodiaco (Zodiac, EUA, 2007)

Valioso filme de David Fincher realizador de: Siete pecados capitales (1985); El juego (1997); El club de la pelea (1999); La habitación del pánico (2002), etc.

Con esta producción Fincher vuelve a ganar elogios de la crítica y el público, como la aclamada Siete pecados capitales. Zodiaco es un relato que combina con eficacia policial y thriller. Basado en el libro de Robert Greysmith, narra una serie de asesinatos que convulsionan la ciudad de San Francisco a finales del 60 e inicios del 70, y las pesquisas para resolverlos.

Es el tipo de trama que se sustenta en rememorar sucesos de la vida real, lo que en general supone un riesgo, ya que, en apariencia, la adaptación es simple, pero también es un obstáculo para la creatividad, cuya resultante podría limitarse a una fría y monótona versión fílmica.

Sin embargo, esto no ocurre, en virtud de la pericia y talento del responsable, quien maneja con excelencia los hilos de la historia, en la que el espectador es testigo de los homicidios, y con ello se transmite la angustia, temor y terror que produce la impunidad. Por esta razón hay una tensión latente.

Adicionalmente, están los puntos de vista de los profesionales alrededor del caso como detectives, policías, periodistas, etc., y la incertidumbre en la que se encuentran. Abundan las pistas, teorías, indicios falsos que confunden y frustran, así como avances y retrocesos que complican las investigaciones.

Los personajes principales están sumidos en la obsesión por descubrir la identidad del criminal. Hay que aclarar que se trata del asesino serial conocido como Zodiaco, quien se comunicaba mediante cartas (algunas codificadas) que enviaba primordialmente a la prensa. En ese sentido, se siente la pasión y además la ansiedad de ellos.

Esta reconstrucción de hechos es precisa y enérgica, se puede sentir incluso esa suerte de histeria colectiva que fue San Francisco en la mencionada época, que se sostiene de un importante reparto, música de la época, excelente recreación de ciudad, autos, vestuario, peinados. Es un filme ambicioso en el buen sentido del término. No se escatima en detalles.

Incluso hay alusiones a películas como Harry el sucio, la primera de una saga protagonizada por Clint Eastwood, basada en el mismo criminal, pero cuyos acontecimientos han sido ficcionados. Es quizá un homenaje al precursor, el director Donald Siegel.



Tres sujetos inteligentes, capaces y excéntricos representan la dedicación compulsiva al caso. Un policía, un periodista y un caricaturista que se transmuta en escritor. Son especialmente atractivos por sus peculiaridades sui géneris y cierta marginalidad.

Cautivan sobremanera: Paul Avery, la estrella del periodismo, por su irreverencia, destreza y auto confianza; Robert Greysmith el caricaturista, y su ingenuidad, timidez, tenacidad, capacidad de análisis y deducción; y el policía Dave Toschi, por su entrega, temperamento, apego a la ley y responsabilidad.

Estos estupendos personajes son interpretados con talento y brillantez por un tridente de gran valía: Robert Downey Jr. (Paul Avery); Mark Ruffalo (Dave Toschi); y Jake Gyllenhaal (Robert Greysmith). Downey, encanta, con un rol perfecto para él, al que le saca el máximo provecho; Ruffalo es un actor emergente de gran capacidad, lo que queda en evidencia; Gyllenhaal, joven y experimentado intérprete de sobresaliente performance, termina adueñándose de la película. Aunque todos tienen sus momentos de lucimiento.

A lo largo de la obra se siente cierta impotencia, ya que las pruebas conducen a un culpable, sin embargo no se le puede responsabilizar por los resultados negativos de los exámenes caligráficos. Pasan cuatro años y como una carrera de relevos los interesados se pasan imaginariamente el testigo, reemplazándose en la investigación. Después que los diarios y la policía dejan la “competencia” surge Robert Greysmith, el dibujante que inicia un exhaustivo trabajo en el que pretende atar los cabos sueltos.

A partir de Greysmith, quien da un giro a la trama, se reactiva el suspenso y la intriga. Éste se transforma en escritor y recorre San Francisco en busca de la verdad, entrevistando personas y revisando documentos, sistematizando la información como buen “ratón de biblioteca”. Su entusiasmo es tal que no duda separarse momentáneamente de su familia. Tiene el firme empeño y propósito de conocer al culpable, como si estuviera poseído por una fuerza mayor. “Necesito saber quién es”, comenta. Tiene algo que los demás han perdido: interés. Finalmente, logra su propósito, publicando un detallado libro.

Al final, permanece la duda acerca de la identidad del homicida, tal como ocurrió en realidad. Subyace el concepto de que la justicia es ciega, que la ley es tan poderosa que debe demostrarse la culpabilidad del acusado con pruebas, no bastan las sospechas ni pruebas indirectas.

Zodiaco no es el típico policial en el que la captura del delincuente sea lo primordial, pues el filme apunta a presentar una visión integral de hechos de la vida real y el resultado es un proceso inconcluso. Se trata más bien de una excelente recreación, con buen manejo de drama y suspenso, elementos inherentes a la obra y estilo de David Fincher.

lunes, 14 de marzo de 2011

El discurso del rey (The king’s speech, Inglaterra, Australia, EUA, 2010)


No es el tipo de obra fastuosa en que los gestos refinados, vestuario y decorados prevalecen, ni la historia narrada de forma sensiblera en la que se enfatizan los conflictos y manipulan los sentimientos, tampoco se enaltece al protagonista, tratando de convertir su lucha en una gesta.

Tom Hooper, el realizador, hace lo contrario, con relativamente poco expone mucho. No deslumbra pero convence. Atrae con la naturalidad y austeridad con la que cuenta una trama de personas poco comunes, unas por estirpe y otras por humanidad y profesionalismo.

Relata la biografía del príncipe Bertie (luego rey Jorge VI) y su afán por mejorar el tartamudeo que lo acompaña desde su niñez. Hecho que lo lleva a diferentes consultas sin el éxito anhelado, hasta que conoce a un curioso y excéntrico terapeuta (Lionel Logue) creador de un método poco ortodoxo y cuestionado para la época, pero cuya eficacia ha demostrado con otros pacientes.

Producto de estas sesiones, que se inician de forma áspera y sufren permanentes altibajos es que se va consolidando su amistad. Uno de los puntos medulares del largometraje. Lo interesante estriba en la contraposición de personalidades. La seriedad, parquedad, mal carácter, inseguridad del príncipe; frente a la rebeldía, alegría, irreverencia, seguridad y libertad del instructor. Confrontados, el de arriba y el de abajo.

Las consultas, no obstante, van más allá de las técnicas para vencer el problema.
Al averiguar respecto a los antecedentes que generan su dificultad en el habla se convierte también en consejero. Bertie le cuenta sus traumas infantiles: carencia de atención, cariño y alimentación; además de correcciones físicas (en las piernas) y las burlas despiadadas de sus hermanos. Logue se da cuenta que el tartamudeo es la consecuencia de todo ello, así como su timidez e inseguridad, y acomete la terapia en conjunto. Esto es lo que hace posible la amistad, pues el príncipe percibe que le dice la verdad no para mofarse sino para ayudarlo.

En tal sentido, es la lucha de un hombre por superar su desperfecto en el habla y los esfuerzos, inseguridades, temores, reveses y éxitos en su afán de ser respetado, admirado, apreciado; además de sentirse capaz de realizar una vida normal, en su condición de rey.

También, sin proponérselo, el filme es un llamado de atención para aquellos que tienen los mismos inconvenientes, tributo a las voces que desean ser escuchadas.

De otro lado, es un espejo de la estricta y difícil crianza, educación y protocolo de la nobleza imperial que se denota en la rigidez del trato, los finos modales, reverencias, cortesía extrema, amaneramientos, etc. Además de los entretelones que rodean la vida y acciones de los reyes y sus descendientes; las aspiraciones al trono, los conflictos y ambiciones por el poder. Sin olvidar que deben ser ejemplo para la sociedad, dado que están en la mira de todos.

El largometraje no tendría el mismo resultado ni virtud de no ser por las actuaciones de Colin Firth (Bertie, Jorge VI), Geoffrey Rush y Helena Bonham Carter.

Firth impone su presencia física y carácter, a pesar de no tener el estilo de actor camaleónico es convincente y demuestra versatilidad. Está impecable y sin fisuras. Es imposible que no sea recordado por esta caracterización. Rush, magnífico intérprete, está estupendo; con un personaje sui géneris que no ha sido lo suficientemente valorado. Bonham Carter, a diferencia de otros roles, luce contenida, frágil y mesurada, como no puede ser de otro modo, lo que no significa que no sea efectiva. Es una gran actriz. ¿Quién está mejor Firth o Rush? Para nosotros, por varias razones, la de aquél tiene mayor impacto emocional, en cambio la de éste es tan buena que pasa desapercibida.

El discurso del rey, sorprende y supera las expectativas. Se trata de una buena película con variadas sensaciones. Sin excesos, logra conmover con el acostumbrado estilo inglés; cadencioso, fino y cordial.

lunes, 21 de febrero de 2011

MÁS ALLÁ DE LA VIDA (Hereafter, EUA, 2010)


Clint Eastwood retorna con otra notable película. ¿Cómo hace para lograr obras tan sugestivas e interesantes? Al parecer, se combinan innegable talento, experiencia, sensibilidad y sabiduría.

Más allá de la vida mezcla drama y suspenso; el realizador sugiere interrogantes que muchos se hacen: ¿Qué hay después de la vida? ¿Existe el destino o se forja? ¿Son reales los videntes?

La historia está dirigida con maestría, fineza, y ritmo cadencioso como sofisticado jazz, género del que Eastwood es impenitente amante. A ello se agregan: una excelente trama, buenas actuaciones, diferentes locaciones y perfecta musicalización.

Luego de un trepidante y espectacular inicio, en el que se recrea un tsunami, surge el eje central del relato, qué ocurre tras la muerte. Y se presentan diferentes casos con este hilo conductor. Como se sabe, las personas que viven luego de haber estado al borde de la muerte sufren drásticos cambios personales, emocionales y espirituales. Esta experiencia altera profundamente la existencia; y es precisamente la premisa del filme: la búsqueda de alguien que oriente y/o confirme que hay más allá.

El director no convierte estos hechos en una cuestión sensacionalista ni cae en lugares comunes; con hábil “muñeca”, conduce su propuesta con sencillez, sensatez y humanismo.

Presenta imponderables como accidentes y desgracias; “golpes” que la vida depara. ¿Son pruebas del destino? ¿Se dan al azar o alguien superior las controla? Indudablemente, el filme ofrece un perfil espiritual y místico.

Incluye temas como el amor, en su amplia variedad (de pareja, fraternal, filial, etc.); la soledad (es necesaria la compañía de alguien que complemente la existencia); la ausencia (de los seres queridos); además de los dones con los que el hombre está dotado. En este sentido, se suele decir que Dios tiene un proyecto para cada uno; que se debe usar el talento otorgado. Sólo que a veces toma tiempo descubrirlo y en otros casos, por alguna razón, no se quiere utilizar.

Poderoso e intenso drama. La fortaleza del largometraje, es ser un relato que intriga y va uniendo sus partes como piezas de un rompecabezas que se va logrando poco a poco, que asocia a los personajes (desorientados, en búsqueda de su lugar en el mundo) sin aparente relación, a la vez que el público conoce sus pesares y conflictos.

Se incluyen pinceladas de humor al hacer referencia a la labor de videntes y similares; recuerda la cantidad de charlatanes que lucran de forma indebida con la desesperación ajena.

Otro punto valioso es la selección de locaciones, que demuestra de paso que el sufrimiento no es potestad de algún lugar en particular. Además, hace verosímil los hechos, y permite un disimulado viaje por escenarios de Hawai, Londres, París y San Francisco, lugar predilecto del director.

Matt Damon, uno de los protagonistas y actor de mayor “cartel”, luce maduro y creíble. No hay que olvidar que es la segunda vez que trabaja a órdenes de quien lo tuvo en Invictus. Damon obsequia precisión y personalidad. Por las características de su personaje y talento, es el centro de atención. Demuestra que puede rendir con la misma calidad con la que interpreta películas de acción, por esta razón ya lo han dirigido Coppola, Scorsese, De Niro, entre otros.

Brillan las composiciones musicales del director, delicadas melodías que conectan con la atmósfera general. Orfebrería fina al servicio del sétimo arte. No hay que ser un especialista para percibir que Más allá de la vida es diferente a lo que normalmente ofrece Hollywood. Si desea conmoverse, que su cerebro y sentimientos se pongan en acción, escoja esta maravillosa obra; sereno y humano retrato de la vida.

miércoles, 19 de enero de 2011

EL CADÁVER DE LA NOVIA (Tim Burton`s corpse bride, EUA, 2005)



El cadáver de la novia está narrado con una sensibilidad especial que cae como un halo de luz sobre el público, lo ilumina y hace viajar imaginariamente a lugares desconocidos.

Continúa la línea de El extraño mundo de Jack, aunque la temática sea distinta. Tienen, no obstante, similitudes: el estilo de animación, la división de la trama en dos mundos paralelos, musicales y todo tipo de variopintos y extraños personajes.

Es una obra de terror a lo Burton, es decir, relato de atmósfera sombría, personajes melancólicos, suspenso, a los que se agrega la fantasía de lo sobrenatural. Todo con una pizca de ternura, inocencia y humor, característicos de su propuesta cinematográfica. No obstante, lo prioritario es el amor. Aflora el sentimiento más noble en el que son parte medular las emociones, asimismo la triste desesperanza de no hallarlo.

La historia presenta un casual triángulo amoroso que no es sino la excusa perfecta para introducirse en la complejidad de la vida, la muerte y los muertos. Además de personajes decepcionados de su existencia y medio torturados (Víctor y La Novia), da la impresión que están a la búsqueda de su realización personal; son suerte de marginales, por ser diferentes; no encajan en sus respectivos lugares de origen, y a pesar que uno está muerto, quiere cumplir un anhelo trunco. Esto nos remite a los personajes clásicos de Burton, presentes en su trayectoria fílmica.

Los universos son contrapuestos por el realizador y resultan contradictorios: la vida es representada en un escenario triste y vacío, donde no hay espacio para el amor; la muerte es por el contrario, lugar alegre y festivo. Para el primer caso usa tonos grises y oscuros, para el segundo mucho colorido. En éste, se desarrollan magníficos musicales: divertidos y mágicos momentos en los que director despliega su genio creativo.

Hay que destacar el tipo de animación a través de muñecos (no dibujos por computadora como es usual). Igual que en El extraño mundo de Jack, las figuras son de todo tipo, aunque preferentemente alargadas y finas, bajas y redondas.

En esta combinación de géneros en el que se mezclan: horror, suspenso y musical, hay lugar para la confusión, el enredo, en el que el novio culmina casado con una muerta, a la vez que atrapado en el inframundo. Posteriormente, en el clímax, vivos y muertos se juntan en un momento decisivo y de tensión.

Víctor, personaje protagónico, es una suerte de homenaje; está elaborado a imagen y semejanza de Johnny Depp, actor fetiche de Burton, por añadidura le ha confiado la interpretación vocal al mismo.

La característica música de Danny Elfman sensibiliza como siempre al respetable: no hay duda que es emblema reconocido del cineasta y su obra, a la vez que lazo indivisible entre compositor y autor.

El cadáver de la novia es magistral relato y ejercicio de animación que trasporta a clásicos parajes de las obras de terror de las que Tim Burton es confeso admirador: bosques, carrozas, la luna, mansiones, calles empedradas, lo tenebroso, la niebla, lluvia, etc.

Lo interesante es que ha conseguido crear algo novedoso con estos elementos recurrentes, imponiendo el reconocido sello que deja impreso en sus personalísimos filmes. Estupenda historia de amor, canciones y personajes coloridos, atmósfera subyugante, intensa, diversa. Es un placer ver este largometraje.