lunes, 16 de mayo de 2011

El joven manos de tijeras (Edward Scissorhands,EUA,1990)

Genial obra de Tim Burton. Impecable de principio a fin. Contada con una sensibilidad especial que remite a Frankenstein y Pinocho, dos clásicos literarios con diversas versiones cinematográficas.

Burton es un ferviente admirador de lo insólito, bizarro, sombrío; se divierte creando nuevos mundos, con personajes fuera de lo común, atmósferas especiales. Me atrevo a afirmar que no existe mucha distancia entre sus invenciones dramáticas y él. Muchas de las criaturas son sus alter ego. De hecho en su juventud (hasta hoy) se sintió diferente, especial, lo que algunos consideran un “bicho raro”, alguien fuera del molde.

Ello trasunta en esta película. No es casual que esté interpretada por Johnny Depp y Winona Ryder, actores de similares características personales. También incluye un excelente reparto: Vincent Price, Dianne Wiest, Alan Arkin, Kathy Baker, Anthony Michael Hall, etc.

Edward (Depp) es rescatado de casualidad del castillo donde vive en soledad por una vendedora de productos de belleza de mentalidad caritativa (Wiest), quien decide llevarlo a su hogar y de paso incorporarlo a la sociedad.

Este extraño ser (un invento incompleto) sale de su aislamiento y de a pocos es aceptado por los residentes; su aparición causa revuelo. Tiene alma de niño, es inocente, cándido, inexperto en relaciones humanas. No distingue la maldad, es puro amor. Además, merced a sus habilidades con las tijeras que lleva por manos, se encuentra a sí mismo, es decir, halla un oficio. Corta árboles, cabellos, hielo; puede entenderse que en esencia, es un artista.

Durante su adaptación en el hogar hay varios pasajes humorísticos, lo que hace divertido el largometraje; igualmente resalta la belleza y estética de los diseños de Edward. La magia y sensibilidad del director aparece en todo su esplendor. Destacan asimismo las obras maestras en los jardines, el colorido de los autos y la ciudad, que tiene por objeto darle un carácter cálido al lugar, quizá en contraste con algunas personas.

Sin embargo, surgen las complicaciones y la trama se ensombrece. De la alegría, euforia y embriaguez de felicidad se pasa al desencanto, la frustración y la tristeza pero de forma sosegada, manejada sin radicalismo, lejos del melodrama. Uno de los atractivos de la propuesta Burtoniana.

La población apacible y amable, culmina mostrando su verdadera esencia en la que predomina la intriga, el recelo, el chisme, la envidia. Es un filme acerca de la intolerancia, la discriminación y la hipocresía. En realidad es también una metáfora a la sociedad que rechaza lo diferente, lo marginal, lo que no entiende.


El eje de la trama es Edward, quien descubre un mundo nuevo pero termina siendo víctima del mismo. Su aventura con los humanos, auspiciosa al principio, fracasa rotundamente. Aprende a convivir pero su pureza le causa problemas. Descubre la aceptación, la convivencia, el oficio, el amor, la decepción, la desolación y la ira.

Se humaniza; aprende lo bueno y lo malo. Hay quienes lo ayudan, como la familia, y otros que le enredan la existencia. El carga consigo una dosis de tormento personal. Sufre en su fuero interno, acaso por que siente que no encaja en sociedad. A ello contribuye el hecho fatal de ser una creación inconclusa. Por eso explicábamos líneas arriba que es una alegoría de personajes como Pinocho y Frankenstein, quienes buscan con desesperación una humanidad que les es esquiva.

En este sentido, El joven manos de tijera tiene un lado trágico en el que las situaciones desembocan en un amor trunco, infelicidad y muerte. El autor ofrece una obra espléndida, al crear una historia fantástica y un personaje inolvidable, al que Depp le “saca el jugo”.

Como siempre, el director se las ingenia y presenta un perfil novedoso de trama. El final agridulce marca a fuego un modo particular de sentir y relatar; el carácter Burton, que traslada a propios y ajenos con igual eficacia. Excelente fábula que recrea un cuento de hadas muy personal.