miércoles, 3 de abril de 2013

Django sin cadenas (Django unchained, EUA, 2012)


 Para Rodrigo
 
Tarantino sigue fiel a su estilo, y logra otro estupendo filme. Es bueno que se tome su tiempo para realizar una obra, porque cada vez que lo hace regresa recargado.

Él es un cineasta cinéfilo, y una de sus características es rendirle tributo a películas, directores o actores que lo hayan impresionado y admira. Se le acusa de “robar” ideas de otras obras pero no es así, las toma prestadas y las transforma a su modo. Es un creador que gusta de “homenajear”. Aunque lo niega tajantemente, dice que funciona dentro de géneros y subgéneros, los que estudia antes de rodar un filme. 

Esta vez le toca el turno a Django, western de antología dirigido por Sergio Corbucci (1966), perteneciente a la época de los spaghetti western realizados en Italia y España las décadas del 60 y 70. Claro, el realizador le ha hecho cambios, lo que la vuelve más cruenta, humana y política.

Por ejemplo: se sitúa en EUA, en el periodo de esclavitud, y Django es un esclavo liberado que se transforma en caza recompensas. Por supuesto, estas modificaciones le dan mayor dramatismo al conjunto, con lo cual trasciende las barreras del género, convirtiéndose en temática universal.

Se puede decir que Django sin cadenas es un aporte al género y una contribución al cine. Es clásico instantáneo que perdurará en el tiempo, pues Tarantino ha sido fiel al subgénero con el cual posee cosas en común; la violencia y lo sangriento no son nuevos en él. Estamos seguros que escogió el tema y el subgénero por sus preferencias cinematográficas y estilo; y está como pez en el agua.

Hay que destacar, sobremanera, un excelente guion original (escrito por Tarantino) en el que sobresale la trama, rica en contenido, pero también en diálogos, en los que abunda la sátira y humor negro. Se sabe que es característica del director amalgamar la historia con “sabrosos” diálogos.

Sin buenos intérpretes esta historia no se consolidaría, y vaya que resalta el elenco. Hay enormes actuaciones comenzando con los magníficos Jamie Foxx y Christoph Waltz, en roles que les calzan a la medida. Leonardo Di Caprio está ¡fabuloso! e ¡impresionante! Samuel Jackson, ¡perfecto! Los cuatro están en un nivel superlativo.  

Por otro lado, se destaca el uso del lenguaje cinematográfico. Tanto en la utilización de planos y acercamientos a la manera del subgénero como las tomas desde arriba (picados) que por momentos nos remiten a Martin Scorsese. También aquellas escenas de disparos asumidas como espectaculares coreografías.  Además, hay espacio para mostrar una bella fotografía paisajística  como es común en el género (western). Claro que no aparece de forma gratuita sino como referente de localización.
 

 

Sin embargo, es una obra que no destaca solo por la violencia como podría pensarse, sino que tiene un sentido, un fondo, sin tornarse por ello en panfleto. Es decir, la violencia no es mero ejercicio del género, también proviene del lado de la esclavitud. Se combina el western europeo (spaghetti) con el norteamericano, logrando un equilibrio entre ambos.  De paso, Tarantino reinventa el western norteamericano (el tema tratado no se ha dado antes, pero es incorporado a la manera de una película de vaqueros). En eso radica la importancia del largometraje.

Es innegablemente político porque a la vez que impera la aventura, también es suerte de denuncia del racismo, la esclavitud y el abuso en Norteamérica (y también en el mundo). En ese sentido es un tema que atañe a toda la humanidad y que sin querer quizá, lleva a la reflexión. El western escapa de su lado de entretenimiento y acción para volverse algo más.

El hilo conductor de la trama es la venganza, la revancha de un esclavo (Foxx) en aquellos que les causaron daño a su esposa (Kerry Washington) y a él. Con furia y poder Tarantino inscribe su nombre con mayúsculas en el western y el western se lo agradece. A riesgo de exagerar pienso que desde Los imperdonables no se veía un filme tan logrado y personal como este.

La música es otro de los apartados sobresalientes. Contribuye con creces en la atmósfera de la historia al más puro estilo de los westerns en referencia. No extraña dado que se sabe de la forma como el realizador emprende sus proyectos (la banda sonora es una de las prioridades).
 

Finalmente, en Django sin cadenas como antes con Bastardos sin gloria se rescriben hechos de la historia merced a valientes que logran poner en su sitio a los megalómanos y prepotentes de siempre. ¿Idealismo del director? Es posible, después de todo la vida puede ser mejor en la ficción.