miércoles, 17 de octubre de 2012

Crónica de cinéfilo


Trabajo en una tienda de alquiler de vídeos. Estoy en el paraíso, literalmente, rodeado de tan grata compañía. Joyas digo: diamantes, brillantes, turquesas, zafiros, etc. ¡Qué sensación perfecta! Cientos de obras vistas y muchas más  esperando. Siento que me llaman y hay días que desespero porque quisiera verlas todas de porrazo y no puedo. Sé que es imposible pero mis deseos son irracionales. Debe ser la pasión que siento por el cine.

 A veces algunos clientes me preguntan si he visto todas las películas y les respondo que no. Quedo pensando, me gustaría poder decir que sí, no por razones de ego sino por amor a la ficción. Mi ambición es saber, conocer, y experimentar las diversas sensaciones que un largometraje procura. Ver todo lo que pueda y llega a mis retinas.


Estoy contento y alegre, pero vivo una suerte de tortura diaria que estoy resolviendo, viendo de a pocos algunas películas. Aumentando mi bagaje de obras vistas, observando nuevas tramas, actores y directores. ¡Qué placer! Cuando veo una nueva comienzo a pensar en la próxima.

Qué suerte tengo de trabajar en esto; eso, por un lado, pues mi labor es algo paradógica. No paso todo el tiempo viendo películas, como me gustaría, recomiendo, comento y persuado a otros que vean determinado largometraje;    está claro que trabajo para entretener a otros, lo que a veces me hace sufrir. Sé que otros van a sus hogares a disfrutar, mientras yo me quedo en la tienda hablando de cine; pero la vida tiene su recompensa porque llega un día en el que me toca ser espectador, y ese día soy el hombre más feliz del planeta.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario