Estoy admirado de la cantidad de
gente que todavía alquila películas en Lima. Si me hubieran contado no lo
habría creído, pero lo veo a diario, ya que trabajo en Drugstore Dvd, último
reducto legal de este tipo en la ciudad. Es sorprendente, considerando la
competencia desleal (los piratas) y la leal (los sistemas por cable y demás).
Cuando vi la cantidad de personas
que alquila quedé admirado. Cuando me pregunto las razones por las que lo hacen
pienso en una legión de hinchas de todo tipo con gran amor a las obras
cinematográficas.
El negocio existe y subsiste por
ellos, aunque suene cliché; Drugstore se creó para ofrecer entretenimiento al
público, y sin él no seguiría funcionando. En ese sentido, la fidelidad del
mismo es clave. Ellos prefieren originales y respetan lo que implica.
¿Por qué alquilan? Una de las
razones es que pueden ver la obra cuando lo dispongan, es decir, no están sujetos
al capricho del azar. Segunda, al no concluir de ver una película en cable; tercera,
búsqueda personal de años; cuarta, para
recordar; quinta, recomendación y comentario de alguien; sexta, simple placer; sétima,
fanatismo o cinefilia.
El caso es que hay cientos que alquilan.
Amantes impenitentes, como yo, del sétimo arte. Pienso en una cofradía de
hermanos cinéfilos que acuden al templo, felices; que celebran en cada alquiler
una joya del cine y/o simple diversión. Grupo de culto del cine de todas las
edades, razas, credos y clases sociales con un único y sano propósito: ver ficción
audiovisual y dejar que afloren los sentimientos.
Gracias a su fundadora y miembros principales:
Gina, Mario y Serapio, quienes apostaron por una empresa que cuenta con 25 años
difundiendo arte, cultura y esparcimiento (todo un logro); cuyo mayor premio y
reconocimiento está presente en la sonrisa y agradecimiento tácito de sus
numerosos amigos y afiliados.
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