jueves, 7 de febrero de 2013

Crónica de cinéfilo


Estoy admirado de la cantidad de gente que todavía alquila películas en Lima. Si me hubieran contado no lo habría creído, pero lo veo a diario, ya que trabajo en Drugstore Dvd, último reducto legal de este tipo en la ciudad. Es sorprendente, considerando la competencia desleal (los piratas) y la leal (los sistemas por cable y demás).

Cuando vi la cantidad de personas que alquila quedé admirado. Cuando me pregunto las razones por las que lo hacen pienso en una legión de hinchas de todo tipo con gran amor a las obras cinematográficas.

El negocio existe y subsiste por ellos, aunque suene cliché; Drugstore se creó para ofrecer entretenimiento al público, y sin él no seguiría funcionando. En ese sentido, la fidelidad del mismo es clave. Ellos prefieren originales y respetan lo que implica.

¿Por qué alquilan? Una de las razones es que pueden ver la obra cuando lo dispongan, es decir, no están sujetos al capricho del azar. Segunda, al no concluir de ver una película en cable; tercera, búsqueda personal de años;  cuarta, para recordar; quinta, recomendación y comentario de alguien; sexta, simple placer; sétima, fanatismo o cinefilia.

El caso es que hay cientos que alquilan. Amantes impenitentes, como yo, del sétimo arte. Pienso en una cofradía de hermanos cinéfilos que acuden al templo, felices; que celebran en cada alquiler una joya del cine y/o simple diversión. Grupo de culto del cine de todas las edades, razas, credos y clases sociales con un único y sano propósito: ver ficción audiovisual y dejar que afloren los sentimientos.
 
Gracias a su fundadora y miembros principales: Gina, Mario y Serapio, quienes apostaron por una empresa que cuenta con 25 años difundiendo arte, cultura y esparcimiento (todo un logro); cuyo mayor premio y reconocimiento está presente en la sonrisa y agradecimiento tácito de sus numerosos amigos y afiliados.

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